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La gran aventura
NADA menos que veinte poblaciones se disputan el honor de su nacimiento: Génova, Pradello, el Castillo de Cuccaro en Monferrato, Trinale, Oneglia, Savona, Soggiasco y Cogoleto.
UNO de los historiadores del descubrimiento, Vidart, dejó correr su fantasía hasta el punto de ver en Colón á un inglés descontento de su patria que se había disfrazado de genovés para no dejar ni su gloria ni sus huesos á su ingrata nación.
HOY Génova y Savona son ya las únicas que continúan disputándose la cuna del insigne navegante. Abona por la primera una cláusula del testamento de Colón, que dice textualmente:
«Item: mando al dicho Diego, mi hijo, ó á la persona que heredare dicho mayorazgo, que tenga y sostenga siempre en la ciudad de Génova una persona de nuestro linaje que tenga allí casa é mujer, é le ordene renta que pueda vivir honestamente, como persona allegada á nuestro linaje, y haga pie y raíz en dicha ciudad como natu ral della, porque podrá haber de la dicha ciudad ayuda é favor en las cosas del menester y suyo, pues que della salí y en ella nací.»
Afirma asimismo que Colón era natural de Génova, el cura Bernáldez, su amigo íntimo. En un codicilo hecho por Colón en Valladolid el 4 de mayo de 1506, y escrito en un breviario que le regaló el pontífice Alejandro VI, se lee de su puño y letra: «dejo este libro á mi muy amada patria la República de Génova».
Agostino Giustiniani, contemporáneo de Colón, afirma lo mismo en su Salterio Poligloto, publicado en Génova en 1516. Antonio Herrera, autor concienzudo, afirma rotundamente que Colón era genovés.
Pueden sumarse á estas afirmaciones de su natalicio en Génova, Alejandro Geraldini, hermano del nuncio, instructor de los hijos de los Reyes Católicos Fernando é Isabel, y amigo íntimo del descubridor de la América. Sus contemporáneos Uberto Toglieto, Bartolomé Senecaya y Antonio Gallo, naturales de Génova.
Todos los historiadores modernos convienen también en lo mismo, cosa no extraña, puesto que sus noticias sobre este punto están tomadas de las autoridades citadas.
En diez y nueve años se diferencian los biógrafos al designar la fecha del natalicio de Colón. Remisio dice que nació en 1430; Quackembos y Ternero, que en 1435; Troing, en 1436; Charlecroix, en 1445; Bossi, en 1446; Muñoz, en 1447; Spotorno y Róbertson, que en 1447; y Villard en 1449.
Pero muy reciente mente, en uno de los archivos de Génova, encontró el marqués Stagliano un documento en el que consta que Cristóbal Colón declaraba el 30 de octubre de 1470, que era mayor de diez y nueve años.
Siendo cierta esta declaración, la fecha de su nacimiento debe fijarse entre el 31 de octubre de 1450 y el 29 de octubre de 1451.
Los padres de Colón, y en esto sí que están de acuerdo todos los historiadores, se llamaban Domingo Colombo y Susana Fontanarossa, de familias naturales de Génova.
Documentos existentes en los archivos de la iglesia de San Esteban, citan repetidas veces el nombre de Domingo Colombo desde 1450 à 1459, y lo designan como hijo de Juan Colombo, como marido de Susana y padre de Cristóbal, Bartolomé y Giacomo. Se conoce el último recibo del alquiler de la casa del padre de Cristóbal Colón en 1489, y por informaciones de los monjes de Mulcento, se sabe que nació en una casa perteneciente á la comunidad y que fué bautizado en la parroquia de San Esteban.
El padre de Colón ejerció en Génova el oficio de tejedor y cardador de lana, aunque parece ser que en esta república, eminentemente comercial, éste que hoy se considera como oficio, era en el siglo xv profesión noble.
Antonio Herrera dice á este respecto: «Sabemos que el emperador Otón II confirmó en 940 á los con des Pedro, Juan y Alejandro Colombo, hermanos, los bienes feudales que tenían en la jurisdicción de las ciudades de Ayqui, Saona, Aste, Monferrato, Turín, Vercelli, Parma, Cremona y Bérgamo, y todo lo demás que poseían en Italia.
Parece que los Colombo de Anaro, Canzano y Placencia eran los mismos, y que el emperador, en el mismo año 940, les hizo donación á los tres hermanos de los castillos de Anaro, Canzano, Rossiñano y otros, y de la cuarta parte del Ristaño.
Aunque no hay datos fidedignos de que Colón descendiese de tan acrisolada familia, no es, sin embargo, inverosímil suponer que, á pesar de su humilde clase, no pudieran ser sus ascendientes de las primeras jerarquías sociales, y que los disturbios civiles de Italia redujesen á la pobreza á su familia.»>
Pero aunque no se sabe si Colón fué ó no noble, esto nada quita á su fama, pues más honra á su memoria el ser él el primero de su abolengo, que no descender de nobles y sesudos varones.
Cortesano hubo en la boda de su hijo Diego con doña María de Toledo, sobrina de los reyes Isabel y Fernando, que preguntó al descubridor de América, virrey y grande de España, por las mercedes de los reyes: «si iba á tejer su linajes, aludiendo con dudoso gracejo al oficio de tejedor de lana de los padres de Colón, y que el mismo Cristóbal había ejercido en sus primeros años, y á que respondió el genovés: «que después de Dios, que crió á los hombres, no conocía otro mejor que él, para origen de una familia, porque había hecho más que ninguno».
Como síntesis de una prolija investigación que su hijo Fernando hizo al escribir la historia de su padre, y acerca de sus infructuosas rebuscas para encontrar nobles antepasados, dijo textualmente: «creo que menos dignidad recibiré yo de ninguna nobleza, que ser hijo de tal padre».
El verdadero nombre de Colón es Cristóbal, y en cuanto á su apellido es el de Colombo; latinizado por él mismo en sus primeras cartas que firmó así: Colombus, y adoptado por otros en los escritos que de él trataban, siguiendo el uso de latinizar de aquel tiempo, que había hecho universal la lengua latina en la que se escribieron todos los nombres de importancia histórica. Hizo esta alteración para distinguir su rama directa de las colaterales; para ello acudió al latín, suponiendo romano de origen su apellido Colombus y abreviándolo en Colón, al acomodar á la lengua castellana el nombre Cristóbal Colón, que es con el que le designa la Historia, por ser con el que se presentó por primera vez en España, y con el que continuó toda la vida.
El padre de Cristóbal Colón no logró, en su oficio ó arte noble de cardador de lana, los favores de la fortuna; y consta que emprendió diversos pequeños negocios, tales como el de establecer un comercio de quesos.
En medio de tales estrecheces, y á pesar de ellas, cuidó con algún esmero la educación de Cristóbal, su hijo mayor, quien aprendió á leer y escribir siendo aún muy niño, y adquirió tan buena y linda caligrafía, que después con ella y el trazado de cartas náuticas y mapas geográficos, pudo atender á su subsistencia en momentos difíciles de su vida de pretendiente andariego, de descubridor de mundos y tierras desconocidas. Aprendió asimismo la aritmética, el dibujo y la pintura, artes, como dice el P. Las Casas, en los cuales hizo bastantes adelantos para poder ganarse con ellos una vida holgada. Acudió algunos años á la Universidad de Pavía, y en sus aulas estudió gramática y se perfeccionó en el latín. **
Pero el objeto y orientación de su vida entera era el de instruirse y perfeccionarse en las ciencias útiles para la vida del mar, y así llegó á dominar la geometría, la astrología y el arte entonces muy rudimentario todavía, de la navegación de altura. Natural era, y así lo reconoció en los últimos años de su vida, que siendo su pasión los viajes y creyéndose escogido por la Providencia para ensanchar los límites del mundo entonces conocido, adquiriese con ardor todos aquellos conocimientos que le habrían permitido llevar á los demás el convencimiento de lo que se proponía hacer, y les inculcase el entusiasmo suficiente para proporcionarle una ayuda y una protección decididas.
Sin embargo, esta pasión por la geometría era muy extendida en aquellos tiempos, y el amor al mar y á las grandes navegaciones, muy natural en un genovés de su época, siendo el oficio de marino el que más rápidamente le podía hacer salir de aquel vivir estrecho y mísero de su familia.
La circunstancia de existir en aquella época varios marinos de apellido Colombo, hace difícil buscar en la juventud del ilustre genovés y saber á ciencia cierta cuáles fueron las empresas marítimas de sus primeros años, unas de carácter comercial y otras militares.
D. Manuel Colmeiro dice, copiándolo del mismo Colón: «que éste á sus catorce años anduvo muchos años corriendo por los mares de Levante, y que visitó los más de los puertos mediterráneos». «Su primer viaje, cuenta Washington Irving, se cree que fuese en cierta expedición naval cuyo objeto era el recobro de una corona.
Juan de Anjou, duque de Calabria, armó un ejército y escuadra en Génova en el año 1495 para bajar sobre Nápoles, con la esperanza de ganar y volver aquel reino á su padre el rey Reinier 6 Renatos. Pero, si esto se admite como cierto, obliga también á creer, suponiendo que naciese el año 1450, que estas empresas las realizó á la temprana edad de nueve años.
<< Díjose también, agrega Colmeiro, que Colón mostró su pericia militar y la intrepidez de su ánimo en diversas campañas marítimas, sobre todo en un combate naval á la vista de Chipre, y en otro librado en las aguas de Túnez.
Nada cierto se sabe, sino que había, por los años 1474, 1475 y 1476 dos Colombos, tío y sobrino, ambos marinos famosos al servicio del rey de Francia.
El primero es probablemente quien atacó á la escuadra veneciana estacionada para proteger la isla de Chipre; el segundo, conocido por Colombo el Suizo, corsario francés, apresó cuatro galeras venecianas á la altura del cabo de San Vicente, en 1435. No es imposible que Colombo hubiese servido á las órdenes de Colombo tío, en la campaña de Chipre.>>
Es de todos modos indudable, compulsados los textos españoles de los archivos de Simancas y de Sevilla, así como los de su descendiente, el actual duque de Veragua, en sus papeles de familia, que Colón en su primera juventud llevó una vida propia del aventurero.
Los motivos por los cuales abandonase Colón su patria no son conocidos, suponiéndose tan sólo que, germinando en él la idea de toda su vida de buscar el camino más corto para ir á las Indias, fijó su residencia en Lisboa, por ser el puerto en donde habitaban los más intrépidos navegantes de su época.
Conoció á poco de su llegada á Lisboa, y aquí ya entra la leyenda á complicar la historia de su vida, á una dama portuguesa, D. Felipa Moñis de Palestrello ó Parestrello, hija de Bartolomé Pallestrello, caballero italiano muy conocido entre los navegantes del tiempo del príncipe Enrique, y que había colonizado y gobernado la isla de Puerto Santo.
Esto escuetamente dice la historia, así como que se llevó la mano de esta dama sin dote ni cantidad alguna de dineros; pero la leyenda pinta á Colón asistiendo con asiduidad al claustro de cierto convento, seduciendo con la donosura de su persona á la inflamable educanda D. Felipa, y no era para menos á juzgar por el retrato que hasta nosotros ha llegado de Colón.
Era hombre alto, bien formado, muscular y de continente altivo y majestuoso.
Vestía con sencillez no exenta de buen gusto y era de devoción, si arraigada, tan lejos del fanatismo como de la hipocresía.
Era hombre de viva y espontánea sensibilidad, susceptible así de repentinas impresiones como de poderosos impulsos.
Le había hecho la desgracia, inseparable compañera de sus primeros pasos en la vida, im petuoso é irritable, agudamente sensible á la injusticia y á la injuria; pero templados estos impulsos por la prontitud de su genio, la generosidad y la benevolencia…
Muerto su suegro, estudió los papeles, cartas y diarios de navegación que había dejado, aprovechando ideas y conocimientos.
Naturalizado en Portugal, se deslizan para él estos años entre expediciones á la isla de Guinea y el dibujo de mapas, no sólo sostenía su casa, sino que ayudaba al vivir misero de su familia y á la educación de sus hermanos menores.
La correspondencia sostenida y continua que tenía con el ilustre florentino Pablo Toscanelli; el constante estudio de mapas y cartas; el examen de los progresos y descubrimientos, debieron madurar en su ánimo las ideas respecto á tierras entonces desconocidas.
En la isla de Puerto Santo, en la que habitó y donde nació su hijo Diego, vivía un navegante, Pedro Correa, emparentado con él por su mujer Felipa, al cual debió Colón nuevas é importantes noticias geográficas; esto y el continuo trato con los viajeros de Guinea hizo ó debió hacer nacer en su espíritu el germen de lo que después, llevado á la práctica, fué el descubrimiento feliz de nuevos mundos.
Mucho se ha discutido respecto á la originalidad de las ideas que Cristóbal Colón expuso de sus proyectos para encontrar un rumbo nuevo, que por Occidente condujese á las Indias, y á los desconocidos territorios que se suponía habían de existir en la parte oriental de aquellas regiones.
Pero, aparte de que la originalidad no puede ser jamás la idea madre absoluta, sino el momento, la oportunidad y hasta la composición y forma de realizar y dar vida ó desarrollar una idea de genio, es lo cierto que Colón afirmó siempre con científico convencimiento lo que hasta entonces había sido el sueño de los viajeros y navegantes anteriores.
Establecía Colón como principio fundamental de su sistema, que la tierra era una esfera ó globo; que se podía andar alrededor de Oriente á Occidente, y dividía en esta dirección la circunferencia del Ecuador en veinticuatro horas de 15 grados cada una, que sumaban 360 grados para toda ella.
Reuniendo los datos de los antiguos con los de los últimos descubrimientos, creía que sólo faltaban por descubrir ocho horas, ó, en otros términos, la tercera parte de la circunferencia terrestre.
Este espacio podían llenarlo las regiones del Asia, según él, si se extendiesen tanto que casi rodearan el globo, aproxi mándose á las costas occidentales de África.
Este espacio podían llenarlo las regiones del Asia, según él, si se extendiesen tanto que casi rodearan el globo, aproximándose á las costas occidentales de África.
LLEGADA DE COLÓN Á BARCELONA, de Ricardo Balaca
La extensión del Océano entre los continentes, según una opinión árabe admitida por Colón á veces, no sería tanta como pudiera suponerse á primera vista, porque la circunferencia terrestre era menor de la que suponían muchos cosmógrafos.
Con tales antecedentes, era positivo que siguiendo un rumbo directo de Oriente á Occidente se arribaría al Asia, descubriendo imprescindiblemente las tierras que hubiese en el camino.
La redondez de la Tierra la habían afirmado todos los filósofos de la antigüedad, á contar desde Parménides y Tales de Mileto; lo había dicho en su Tratado de Cosmografía el cardenal Aliaco, y lo sostenía igualmente Toscanelli.
Por propia experiencia sabía además Colón que la Tierra servía de morada al hombre en todas las zonas; por relaciones de pilotos, que en la isla de Puerto Santo, como en las de Madera, se habían visto traídos por los vientos de Occidente gruesas cañas, pinos y madera tosca y extrañamente grabada, y allá en las Azores, dos cadáveres de ancho rostro y facciones nada parecidas á los europeos.
Si ofreció ó no sus esperanzas á su patria no se ha podido comprobar, como tampoco la fecha exacta de su ofrecimiento á D. Juan II de Portugal; pero casi puede afirmarse, siguiendo las observaciones de Pi y Margall, que sólo después de 1481 habló seriamente del asunto con el gobierno lusitano.
Oído por el monarca portugués el proyecto de facilitar á su pueblo este nuevo camino de Oriente, lo sometió al dictamen de sus mejores cosmógrafos, quienes, después de oído á Colón, juzgaron ilusorio su proyecto, y Juan II desahució por completo al genovés.
La leyenda que acompaña á Cristóbal Colón desde su presencia en la corte portuguesa, cuenta una deslealtad del monarca, que en secreto, y siguiendo las indicaciones y cálculos de Colón, apresta una nave, y en secreto la hace recorrer el camino trazado; pero que malos vientos los hicieron volverse derrotados, enterrando para siempre en el ánimo de Juan II el proyecto irrealizable del loco italiano.
La confrontación de fechas y sucesos hace creer que fué el año 1484 cuando, ya viudo, se presentó Colón en España.
Se dice que desembarcó en las costas de Andalucía, mientras su hermano lo hacía en Inglaterra, llevando el mismo ofrecimiento á Enrique VII.
Entrando en la intimidad del duque de Medinacelli, que residía en el Puerto de Santa María, vivió á su lado hasta que el gran señor, convencido de la magnitud del pro yecto, después de dos años de tener á Colón en su casa, se lo propuso á la reina Doña Isabel.
La primera entrevista con los Reyes Católicos se realizó en Córdoba el 20 de enero de 1468. Atendido cariñosamente por los reyes, fué sometido su proyecto á una junta de hombres de estudio, que había de presidir fray Hernando de Talavera.
Aplazado el proyecto del genovés por los reyes, encontró, sin embargo, decididos protectores, como el cardenal González de Mendoza, el astrónomo fray Antonio Marchena y otros de gran valimiento en la corte.
Fray Diego de Deza, dominico y amigo de Colón, alojó á éste en un convento de San Esteban, reunió en Valcuevo á los más insignes maestros de la Universidad salmantina, les sometió sus ideas y proyectos, y, obtenido el más lisonjero dictamen y armado y fortalecido con él, volvió á presentarse á los reyes, encareciéndoles la gloria y los beneficios que reportaría su empresa á la corona, conquistada la ciudad de Granada, último refugio de los árabes y término de la tenaz y gloriosa reconquista española, á Fernando el Católico, que contra lo que dicen historiadores y comentaristas, fué siempre partidario decidido de Colón, á quien, si le había puesto obstáculos, había sido en interés político de no comprometerse en nuevas empresas hasta dar cima á la tan deseada unidad de la monarquía española.
PRIMER DESEMBARQUE DE CRISTÓBAL COLÓN EN AMÉRICA de D. Puebla.
Museo del Prado
Llamado Colón, acudió á la ciudad granadina, recibiendo de los reyes la promesa de las tres carabelas, y como presente para adecentar su persona en su trato con la corte, la suma de 20.000 maravedises, surgiendo entonces los nuevos aplazamientos por las exageradas pretensiones de Colón, que pidió para emprender el ansiado viaje, nada menos que el Almirantazgo del Océano con todas las facultades y preeminencias del de Castilla, el virreinato y el gobierno general de todas las islas y tierras que descubriese y otras más exigencias que hicieron fracasar sus esperanzas.
El escribano de la corona, Santángel, se ofreció á prestar el millón de maravedises que Colón pedía dando lugar á la frase de Isabel, que si era necesario, para no diferir más la empresa, se tomase el dinero sobre las joyas de la corona. Mandado buscar Colón, que ya iba camino de Francia, fué alcanzado en Fuente de los Pinos, con el encargo ya de intentar la expedición, la gran aventura.
El día 3 de agosto de 1492, en la playa de Odiel, y en el preciso instante del alborear, Cristóbal Colón, embarcado en la nave Santa Maria, que enarbolaba el pendón morado de Aragón y Castilla, y seguido de las carabelas la Pinta y la Niña, comandadas por los hermanos Pinzones, ponía la proa á lo ignoto, al mar inmenso, más inmenso entonces por no conocérsele sus límites, y emprendía su ruta hacia este Nuevo Mundo, oculto entre las brumas de lo desconocido.
El manso viento de la tierra hinchó las velas, agitó el largo gallardete que flameaba en la nave almirante, y lenta, muy lentamente, saludadas las valientes carabelas por los vivos arreboles de la aurora, no podía afirmarse si era el viejo mundo el que se alejaba de ellas, ó eran éstas las que en su andar gallardo se dirigían con rumbo de fe al en cuentro de un mundo nuevo.
El viento de tierra hizo duros los primeros días de navegación hasta tocar en las islas Canarias, y desde allí, como punto definitivo de partida, enfrentaron las naves al Occidente.
A los tres días penetraron entre las hierbas del mar Sargazo, vegetación extraña que había sido el obstáculo insuperable, la valla que no habían osado franquear anteriores expediciones.
A los seis días una brusquedad del viento hizo desaparecer y alejarse por la popa aquella vegetación.
El día 25, manchas grises, como de tierra, hicieron entonar á todos el Gloria in excelsis, en la creencia de que aquellas brumas que marcaban el horizonte fueran el término de la soñada aventura.
La noche envolvió ilusiones y ensueños, y al rasgarse las sombras con el triunfante nacer del nuevo día, aquellas tierras de deseo se esfumaron entre la indecisa línea de horizonte y agua.
Hasta el 1.º de octubre la distancia recorrida por los navegantes era de 707 leguas marinas. Seis días más tarde otro engaño hizo flamear en el mástil de la Niña, que navegaba delante, la bandera de la patria, y un disparo de lombarda repitió el eco en las lejanías del mar…
No bastaron ya á contener el inevitable descorazonamiento, ni el posarse en los mástiles ciertas aves que no podían volar muy lejos de tierra, ni el cambio de rumbo Suroeste ordenado por el almirante.
Los días continuaban sucediéndose sobre la inmensidad del mar: la distancia calculada para dar con tierra firme había sido ya harto excedida; el miedo á un imposible regreso tomaba cuerpo en la tripulación, y la indisciplina, consecuencia y remedio del que ya nada espera, comprometía la empeñosa y temeraria empresa.
El 11, á las diez de la noche, el almirante creyó ver á lo largo, por la banda de estribor, una luz movible y vacilante.
No fué una, sino dos, las veces que sus ojos, despiertos y vigilantes, veían ó creían ver aquella lucecita que oscilaba, subiendo y bajando…
Al amanecer del día siguiente, 12 de octubre de 1492, á los cuarenta días justos de la salida del puerto de Palos, aquellos hombres, dioses en aquellos apocalípticos y supremos instantes, contemplaban entre temor y dudas de espejismo, la tierra prometida, que á la distancia escasa de dos leguas les ofrecía la virgen y poderosa vegetación.
Así se descubrió la América.
De este modo Cristóbal Colón, loco sublime, daba un mundo á la corona de Castilla y Aragón; á la ciencia entonces conventual un soberbio mentís, y á las tierras descubiertas una fe de existencia que hoy excede á cuantos superlativos y adjetivaciones puedan hacérsele.
MUERTE DE CRISTÓBAL COLÓN, de F. Orlego
(Museo del Prado)
¡Tierra! fué el grito que, naciendo de su alma de héroe, estalló vibrante en los labios de Colón; ¡tierra! repitieron á coro aquellos iluminados por la santa gloria…
¡América! dicen hoy los labios de cuantos hijos de Europa arriban á estas hospitalarias playas, al divisar la tierra prometida, desde las bordas de los soberbios trasatlánticos, que en pocos días surcan el Océano en busca de nueva vida, de sublimes ideales de libertad, de un mundo nuevo, de una patria nueva…
BIOGRAFÍA RESUMIDA
BIOGRAFÍA de CRISTOBAL COLÓN Resumida

Cristóbal Colón, era natural de Génova, Italia; hábil navegante, cartógrafo, Almirante al servicio de la Corona de Castilla, Gobernador y Virrey de las Indias Occidentales, descubrió América el 12 de octubre de 1492, desembarcando en una isla (San Salvador) de las actuales Bahamas, donde se encontró por primera vez con civilizaciones americanas y fue el explorador indiscutible que propició el importante proceso de conquista y colonización que cambió el curso de la historia de la humanidad.